Benditos domingos.

Domingo de levantarse a horas intempestivas y querer morir. Domingo de ponerse al día con la vida y despertar del extraño espacio-tiempo que ha sido el fin de semana. Domingo de llenar una nevera azul de cervezas rubias y subir en el coche cantando -gritando- por cold play con los pelos al aire. Domingo de too good to be true y se pone a chispear. Domingo de rugby, cambio de tercio y sol abrasador en el solarium de la grada. Domingo de imaginarse rodando por el césped entre aspersores. Domingo de gafas de sol y manga corta de nuevo. Domingo de comer-merendar en el tercer tiempo del Barco hamburguesas que saben a gloria.

Faro. Santander. Cantabria.

Domingo de café en el faro y de dejar que el tiempo nos pase por encima. De fingir estar despierto mientras echas una siesta. Domingo de volver andando al barco entre los árboles del faro. Domingo y tus padres te cuentan que han comido percebes en la chulilla y de pronto la hamburguesa te sabe a poco. Domingo, estar en el coche, y «pásame la chaqueta que empieza a caer la tarde». Domingo en la calle del Carmen, peatonal y vacía. Domingo de bares con encanto y micro abierto en el Rubicon. Domingo de bailar flamenco, comer palomitas con pimienta y merendar cerveza. Domingo internacional de americanos cantando con guitarra española. Domingo de «yo me tomaba otra». Domingo y no me acuerdo de que mañana es lunes. Domingo y llego a casa y ceno y se me cae encima la semana. Domingo y hasta mañana.